Que sensación más estremecedora, me sentí en el cielo por un par de minutos. Tus brazos alrededor de mi espalda y yo sujetándome a tu cintura con intensiones de no soltarme más. Mi rostro en tu pecho y mi oído escuchando tus latidos, en una melodía interminable. Apretándome contra ti, queriendo fundirme en tu calor, en esa deliciosa sensación de tener tu cuerpo tocando el mio. Tus audaces manos acariciaban mi espalda en movimientos que me hacían estremecer y sentir tu cálido aliento en mi frente y cuello era desfallecer. Me preguntabas cosas que no se si respondí bien ya que mi mente estaba ocupada en cada lugar que nuestros cuerpos se rozaban. Sentía mis mejillas arder de una manera distinta, me sentía avergonzada y torpe ya que no podía controlar las sensaciones hasta que lentamente sentí tu calor desaparecer. Tus manos en mis hombros y ahora me mirabas a los ojos con una expresión indescifrable y tu cuerpo alejado del mio.
-¿Todo va bien?- preguntaste serenamente.
-Claro- respondí rápido, con la intensión de que no notaras mi duda en un tono más alto al debido. Tus cejas se juntaron en medio de tu frente dándote una expresión de enojo.
-¿Porqué tus ojos se ven tan extraños?- se atrevió a preguntar. "¡Rayos!" pensé, te quedé mirando por un largo momento que pareció una eternidad hasta que solo me atreví a abrazarte nuevamente para que no vieras como las lagrimas caían lentamente por mis mejillas dejando un rastro de dolor.
No aceptaste mi abrazo enseguida, tus brazos seguían en tus costados mientras yo me aferraba a tu cintura. Sabía que estabas extrañado por mi reacción pero lentamente sentí como tus brazos se ajustaban a mi espalda.
Después de un leve tiempo en tus brazos, me desprendí como pude y corrí como nunca con lagrimas cayendo en mi camino. Sin necesitar que me lo dijesen, sabía que te había dejado con una expresión de asombro en el rostro pero nunca me atrevería a decirte lo que siento porque tu siempre me has visto como tu hermana pequeña ¿Cómo te puedo pedir que me quieras de otra manera?.
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